Las siguientes fotografías fueron realizadas en la favela más grande de Asia, Dharavi, donde viven un millón trescientas mil personas en un entramado de calles estrechas y oscuras, sin planificación urbana. 

Muchas casas carecen de baños e incluso de agua corriente, pero sus habitantes se resisten a abandonar el barrio.

El gobierno pretende derribar las viviendas para construir rascacielos, hospitales y escuelas privadas. Para muchas familias, Dharavi es más que un hogar, es su medio de vida. Son hijos y nietos de artesanos que trabajan en talleres ubicados en la planta baja de sus casas, un sistema que les permite subsistir pese a las condiciones precarias.

Más allá de las condiciones materiales, me interesó especialmente la convivencia entre religiones como el hinduismo y el islam, y cómo, a pesar de las diferencias, en el barrio se respira un fuerte sentido de comunidad.

Para acercarme a esta realidad, contacté con una organización que lucha por preservar Dharavi. Propuse una colaboración: les cedía mis fotografías a cambio de poder conocer a la comunidad desde dentro y documentar su día a día. Este proyecto formará parte de un artículo de “El País”.